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El Secreto De La Santidad

El Secreto De La Santidad

El Secreto de La Santidad

Metiéndonos En El Mundo De Isaías

Empezamos esta aventura en el capítulo 6 del Libro del Profeta Isaías, para comprender mejor el texto bíblico siempre es recomendable saber un poco acerca del contexto. A través de las Escrituras, podemos tener algunos datos acerca del autor de este Libro, como por ejemplo que, a diferencia de otros profetas, pertenecía a una familia de la realeza, tenía un padre llamado Amos, estaba casado y era padre. Asimismo, también le tocó profetizar en el Reino del Sur, denominado Judá, en un tiempo bastante difícil, ya que dicho reino fue caracterizado por tener tiempos de fidelidad a Dios y tiempos de apostasía, situación que se mantuvo de tal manera que el reino finalmente termina siendo destruido por el Imperio Babilónico. El escenario donde Isaías fue llamado a servir, fue en un tiempo de crisis espiritual, política y social, similar al tiempo que nos toca vivir hoy a nosotros, teniendo el desafío de llevar la bandera del Evangelio y la novedad de vida en medio de un mundo que carece de valores morales. Ahora bien, observando detenidamente la Palabra de Dios, nos ubica en el momento donde Isaías tuvo una de las visiones más tremendas, la Palabra nos dice: “En el año que murió el Rey Uzías vi yo al Señor”.

Referencias bíblicas: Isaías 6:1-10; Isaías 1:1; Isaías 7:3; Isaías 8:3

 


Descifrando El Tiempo De La Visión

Teniendo en cuenta el contexto, descubrimos que cuando Isaías vio al Señor, fue el año en que murió el Rey Uzías, pero la pregunta es ¿Quién era el Rey Uzías? Según el principio de que la Biblia se interpreta por si sola, buscamos referencias acerca de dicho rey, y la encontramos en el libro de Reyes y el libro de las Crónicas. Es interesante saber que Uzías empezó a reinar cuando tenía 16 años y reinó por 52 años en Jerusalén, siendo una época de victoria y paz en todo el reino. Uzías buscó al Señor y por ende Dios lo prosperó como rey. Obtuvo grandes victorias contra los filisteos y contra los árabes, aún el relato bíblico menciona que los amonitas le daban presentes a causa de que se había hecho altamente poderoso. Tenía un ejército poderoso de guerreros y también con la ayuda de ingenieros, hizo armas que eran totalmente novedosas para la época. Pero la Palabra dice; “Más cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina”, seguramente por todas las victorias que obtuvo empezó a sentirse orgulloso de sí mismo y sucedió lo que dijo el sabio Salomón “al orgullo le sigue la destrucción”. El rey se relevó contra Dios tomándose atribuciones que estaba reservadas solo para el sacerdote y esto provocó la ira de Dios, quien lo castigó con lepra. Un rey no podía ser leproso, por lo que 52 años de prosperidad y victoria terminaron en un día y el famoso rey terminó muriendo. En el próximo plan veremos cómo impactó esto en la vida de Isaías y cómo todo esto se conecta con el secreto de la santidad.

Referencias Bíblicas: 2 Crónicas 26:1-23; Proverbios 16:18

 


Avivamiento En El Funeral

Ahora entendemos por qué Isaías aclara en qué momento tuvo esa revelación del Señor, Isaías de un momento a otro vio desmoronarse 52 años de victoria y paz. El rey ha muerto, ¿Ahora qué haremos? Claramente el profeta entró en crisis. Para entender mejor el corazón de Isaías, una crisis es, etimológicamente hablando, un momento donde algo que parecía firme se rompe, pero también es un momento que nos lleva a tomar una decisión.

Isaías estaba pasando por un momento muy difícil, pero fue allí donde tuvo una visión del Rey de Reyes y Señor de Señores; Un avivamiento en un funeral. Sí, probablemente tienen que morir cosas en nuestras vidas para poder ver al Señor. Me pregunto, ¿Cuántas veces entró Isaías en esta parte exterior del templo? seguramente muchas, pero fue en este momento de crisis en su vida, donde sus ojos fueron abiertos y el Señor le mostró que los tronos terrenales caen, pero el Trono del Altísimo sigue firme.

Isaías vio en una revelación al Señor sentado en su Trono, desde el cual domina y controla todas las cosas, Trono que demanda adoración, obediencia, pero también es el Trono de Gracia donde podemos acercarnos a buscar auxilio para el oportuno socorro.

Pero sobre todas las cosas, Isaías tuvo una revelación de la Santidad del Señor, los serafines gritaron a gran voz: “Santo, Santo, Santo”, tal como dice el libro de Job “ni los cielos son puros delante de Él”, el Apóstol Juan exclamaba “Dios es luz, y no hay tinieblas en él”. Isaías se encontró con Dios, y cuando tenemos un encuentro con Dios, dos cosas suceden, vemos quién es Dios, pero también vemos quiénes somos nosotros. Si hay cosas que se están muriendo en tu vida, tal vez, es tiempo de que veas a Dios.

Referencias Bíblicas: Isaías 6:3; Hebreos 4:16; Job 15:15; 1 Juan 1:5

 


¡Hay de los Que! ¡Hay de Mí!

Vamos por parte, Isaías entró en crisis, de la crisis surgió una visión y en dicha visión vio al Rey, Jehová de los ejércitos. Hay una cosa maravillosa que sucede cuando tenemos un encuentro con Dios, y es que vemos realmente quienes somos nosotros. El Evangelio de Juan dice que los hombres no se acercan a la Luz, porque sus obras son reveladas, en cambio el que viene a la Luz, se ve tal cual, en su miseria y esto permite el cambio. Es increíble el detalle de la Palabra de Dios, Isaías antes de tener este encuentro con Dios mencionado en el capítulo 5, lanza seis acusaciones:

  • ¡Ay de los que! (V. 8)
  • ¡Ay de los que! (V. 11)
  • ¡Ay de los que! (V. 18)
  • ¡Ay de los que! (V. 20)
  • ¡Ay de los sabios! (V. 21)
  • ¡Ay de los que son! (V. 22)

Pero cuando tiene un encuentro con Dios, cambia la mirada, ya no mira hacia afuera sino dentro de él, gritando desesperadamente ¡AY DE MÍ! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey.

Se dan cuenta, que cuando vemos la Santidad de Dios, no queda otra cosa que decir ¡Ay de mí! En este mismo momento tal vez puedas detenerte y pensar en esto.

Isaías se dio cuenta que necesitaba santidad, descubrió que debía confesar su realidad. Aplicando este principio inalterable de la Palabra: La confesión, Juan nos dice que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Podemos decir que la sanidad a nuestras miserias, comienza cuando la herida es expuesta a la Gracia. Dios no permaneció indiferente a este grito desesperado.

Referencias Bíblicas: Isaías 5:1-30; Juan 3:19-21; 1 Juan 1:9; Isaías 6:5

 


La Abuela Gracia, Juan Y La Hermana Culpa.

Dios no permaneció indiferente al grito de confesión, uno de los serafines tomo un carbón encendido y tocando la boca de Isaías, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio tu pecado. Quiero que prestemos atención a esto, “quitada tu culpa”, creo que es una de las armas favoritas del diablo, la culpa.

Tal vez esta ilustración que leí hace tiempo puede ayudarte: Se trata de un niño llamado Juan y su hermana Culpa, ambos vivían con su Abuela Gracia en una granja, si había algo que le encantaba a Juan era jugar tirando piedras con su onda.

La abuela tenía muchos animales, pero había uno al que le tenía especial cariño, era un pato que había criado desde muy pequeño. Una tarde, Juan decidió que el pato favorito de la Abuela sería su “blanco de tiro”. ¿Qué crees que pasó? Fue un tiro certero en la cabeza del pobre pato. Juan, al darse cuenta de lo que había hecho, rápidamente lo escondió, pero cuando giró su cabeza, vio que no estaba sólo, su hermana Culpa lo estaba observando silenciosamente.

Al día siguiente, a la hora de repartir las tareas, la abuela Gracia preguntó- ¿Quién debe limpiar el establo hoy? – a lo que la hermana Culpa contestó – ¡Le corresponde a Juan! -. El niño sorprendido alegó que él ya lo había hecho el día anterior, pero la hermana Culpa, muy despacito le susurró al oído – “Acuérdate del pato”. Desde ese momento comenzó el calvario para Juan, se volvió un esclavo de Culpa, quien, en cada oportunidad, cuando quería librarse de las tareas, le decía las mismas palabras “Acuérdate del pato”.

Hasta que un día Juan se cansó, y se dijo a sí mismo, – voy a contarle a mi Abuela lo que sucedió- Así que juntó coraje, fue hacia donde estaba la Abuela Gracia y se lo confesó todo. La abuela, mirándole a los ojos le dijo: – Juan, yo te vi el día en que mataste a mi pato, lo que no entendía era hasta cuando ibas a soportar ser esclavo de Culpa -.

Al día siguiente, al momento de repartir las tareas, nuevamente Culpa dijo que debía realizarlas Juan, bajo la amenaza de: – “Acuérdate del pato”-, pero en esta oportunidad, Juan se acercó a su hermana y le susurró al oído – “Ya se lo confesé a la Abuela, y ella me perdonó, ¡Soy libre!”-.

Referencias Bíblicas: Isaías 6:5-7

 


Antes del Heme Aquí, El ¡Ay De Mi!

Hay un detalle interesante en el relato, Isaías escuchó la voz del Señor después de la confesión. Una vez que no hubo barreras, que fue limpio su pecado y quitada la culpa, Isaías escuchó la conversación de la Trinidad diciendo: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces Isaías respondió – ¡Heme aquí envíame a mí! -. La santidad abre puertas, la santidad nos permite descubrir nuestro verdadero propósito. El apóstol Pablo le dijo a su hijo espiritual Timoteo “si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”, de la misma manera y en forma magistral, la Carta a los Romanos expresa: “No se amolden al mundo, si no transfórmense por medio de la renovación de la mente, para que comprueben cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Ninguno de los que sirvió al Señor fue perfecto, todos fueron llamados con su vileza y miserias, pero cada uno de ellos entró en un proceso de santificación que empieza cuando confesamos quiénes somos realmente, cuando gritamos como Pablo – “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” – pero años más tarde pudo gritar – “¡Ya no vivo yo, más Cristo vive en mí!”-. Así también sucedió con Pedro, antes de “ponerse en pie” y predicar a multitudes, tuvo que ser derribado. Y podríamos mencionar a tantos otros, como Jacob, quien antes de tener un encuentro con el Señor era un engañador, pero luego de un proceso de crisis, pudo llamarse “príncipe de Dios”. No se trata de nuestras fuerzas, si no de reconocer nuestro “aguijón”, nuestra debilidad, nuestro pecado, y contárselo al Señor a través de la oración, para que su Gracia opere en nosotros y nos lleve a caminar en santidad, porque “El Secreto de la santidad” empieza cuando reconocemos quién es Dios y quiénes realmente somos nosotros.

Referencias Bíblicas: Isaías 6:3; Gálatas 2:20; Romanos 12:2; 2 Corintios 12:7-9

 

Author: ComoLasAguilas.cl

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