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La predicación expositiva

La predicación expositiva

La predicación expositiva

Haddon Robinson definió la predicación expositiva de la manera siguiente: “La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de y trasmitido por un estudio histórico, gramatical, y literario del pasaje en su contexto, el cual el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador y después a través de él a los oyentes”.

Hay una serie de artículos sobre la predicación, reflexionando sobre diferentes partes de esta definición para profundizar nuestro entendimiento de la predicación expositiva. En este artículo nos enfocaremos en la frase “el cual el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador”.

Jay Adams, en su libro La aplicación en la predicación, comenta que la palabra “aplicación” conlleva la idea de poner dos cosas en contacto una con la otra, de modo que una queda cambiada por la otra; por ejemplo, la aplicación de una mano de pintura cambia la apariencia de un edificio. En el estudio bíblico y la predicación, ponemos en contacto la Palabra de Dios con las vidas humanas para que estas queden cambiadas por la Palabra.

En el proceso de preparar y predicar un sermón, la primera persona a quien el mensaje debe ser aplicado es al mismo predicador. El Dr. Howard Hendricks una vez retó a sus estufiantes del seminario con una comparación entre un tubo de PVC y un árbol. Por supuesto, un tubo conduce agua de una parta a otra; por eso, hay tantas casas que tienen tubería de PVC para su sistema de agua potable. Pero un árbol también conduce agua: chupa agua por las raíces, la pasa por el tronco y las ramas, conduciéndola hasta las hojas, donde la ocupa para hacer azúcar, de la cual se alimenta y crece. La gran diferencia entre el tubo y el árbol es que el árbol queda cambiado por el agua que conduce; el tubo no queda cambiado por su contacto con el agua.

Si aprendemos grandes verdades de las Escrituras pero las lecciones que predicamos siempre son “para ellos” y no también para nosotros, corremos el riesgo de ser como el tubo: conductores de la Palabra, pero no cambiados por la misma.

El ministerio debe fluir de nuestro carácter. Cuando la congregación observa a través del tiempo que su pastor está cambiando y madurando por su interacción con la Palabra, eso da una tremenda autoridad a su ministerio. Cuando ven que él “crece en público” ellos también se sienten motivados a crecer.

La definición de la predicación dice que “El Espíritu Santo…aplica” la Palabra a la vida del predicador. Vamos a ver en los siguientes artículos que hay unos pasos y unas herramientas que nos ayudan en la aplicación; sin embargo, eso no quiere decir que la aplicación es algo que hagamos puramente por esfuerzo humano. Como cada otro aspecto de la vida cristiana, tenemos que depender de Dios. Nuestro corazón es tan engañoso y el pecado ciega tanto, que necesitamos del Espíritu Santo para ver dónde andamos mal y para cambiar una vez que estamos concientes de un área de pecado.

Seamos “árboles y no tubos”. Apliquemos primero a nosotros mismos lo que vamos a predicar de la Palabra a la congregación.

Author: ComoLasAguilas.cl

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